Los canticuentos
Era el año 2009 y la IE. N° 2029 Simón Bolívar celebraba sus 39 años de vida institucional. Como era costumbre, los preparativos para tan digna fecha fueron programados debidamente. Una de las actividades a desarrollar en Primaria eran los canticuentos y cada aula inició los preparativos para la presentación de sus elencos.
Mi aula no fue la excepción y lo asumimos como un reto, era algo nuevo y las referencias casi no existían. Así, se nos presentó el primer dilema, ¿Cómo afrontarlo? ya que hasta ese momento había explorado la poesía, la danza, el teatro, etc., pero no los Canticuentos. Mi primera reacción fue leer los libros del Ministerio de Educación, buscar en Internet y consultar con los colegas del área de Arte sobre la forma de realizarla.
Con los estudiantes comenzamos a buscar ideas para afrontar el reto, hubo muchas, pero ninguna nos convencía, además debía considerar la Unidad de Aprendizaje y el Tema Transversal que refería: Identidad local. Los días pasaban y no encontraba una idea que haga posible dar inicio al trabajo
De pronto, en el recreo, una niña me cuenta un hecho ocurrido en su barrio, uno de sus vecinos se había perdido y sus padres lo habían buscado sin éxito por todos lados, después de algunas horas apareció diciendo que estuvo en Megaplaza a donde llegó desde el Paradero de la Segunda pagando su pasaje con “una china” para ir y otra para volver, la mamá muy molesta con las manos empuñadas puestas sobre la cintura le había increpado con fuertes palabras: “¡…que tal lisura, irse a pasear y nosotros preocupados, hasta con el perro y el gato te hemos buscado!”.
¡Bingo!, ya tenía la idea para el argumento; lo relatado era el tema. Ahora, siguiendo el proceso se presentaba un nuevo dilema: ¿Cómo lo convertimos en un canticuento?, ¿Qué canción utilizamos?, ¿Cómo determinamos los roles de los personajes?, otra vez se presentaban varias ideas y ninguna me convencía.
Con la mente fija en la búsqueda de la canción caminaba hacia el paradero y justo al llegar a la esquina escuché: “Hola soy ficha roja y yo soy la ficha azul…”, melodía del grupo Parchís que venía de una carreta ambulante de venta de CD piratas. ¡Al fin!, tenía la canción.
Con los niños en el aula, llenos de entusiasmo, armamos el Canticuento: el argumento, la canción, los personajes, los desplazamientos, el vestuario, etc. Todos involucrados para afrontar el reto nos divertíamos en los ensayos.
Y así llegó el día de la presentación, Todo funcionó de maravillas, los padres de familia apoyaron, los estudiantes muy contentos asumieron sus roles, y yo feliz con la satisfacción que se siente cuando todo funciona de manera eficaz.
Pasaron los días. Por ese tiempo asistía los sábados a clases de Maestría y nos encontrábamos en el curso de Proyecto de Tesis. En el entretiempo, compartíamos nuestras experiencias pedagógicas y una compañera (profesora de 2° Grado en un colegio de la Ugel 04) manifestaba su preocupación al no encontrar una variable para su investigación; cuando escuchó sobre los canticuentos su reacción fue de alegría evidenciando haber encontrado lo que buscaba. Fue tanto el entusiasmo que le puso al tema que por ratos me veía reflejado afrontando el reto que tuvimos en el aula para el aniversario del colegio.
Muy agradecida la profesora siempre expresaba su reconocimiento a mi persona. Gracias a ello y sin proponérmelo, de la noche a la mañana, me convertí en un referente sobre los canticuentos, tanto así que absolvía consultas, me convocaban a presentaciones y otras veces era invitado a participar como jurado calificador. Una linda experiencia.
Tiempo después, en el postgrado, llegó el día de la sustentación, la profesora presentó su tema de investigación: “Los canticuentos aplicados a los procesos de aprendizaje de la lecto escritura”. Luego de culminar con éxito y contar con la aprobación sobresaliente del jurado, dirigió unas palabras de reconocimiento: “…Gracias al profesor Augusto por el apoyo recibido, y al Colegio N° 2029 Simón Bolívar por inspirar mi investigación”.